sábado, 13 de agosto de 2011

El EQUINOCCIO MAYA

UN PUNTO DE REFERENCIA TEMPORAL Y ESPACIAL PARA DEVELAR LOS CICLOS QUE DETERMINA EL ORDEN SUPREMO


De manera similar, utilizaron el día del equinoccio de primavera en el Hemisferio Norte –el día en que el intervalo de oscuridad es igual al intervalo de luz– como un punto de referencia temporal. Los sacerdotes consideraban a ese día como extraordinario por la característica de neutralidad que tiene, es cuando el bien y el mal, la luz y la oscuridad, se encuentran en equilibrio. Esa característica lo diferencia simbólicamente de los otros días. Además también lo diferencia científica y astronómicamente, porque ese día la Tierra se encuentra perpendicular al Sol, es el punto de intersección entre la eclíptica -el aparente movimiento del Sol durante un año visto desde la Tierra, frente al fondo ¨inmóvil¨ de las estrellas zodiacales- y el plano ecuatorial sobre el que rota la tierra sobre su eje una vez cada 24 horas. Entre los dos planos existe un ángulo de 23,5º y en los dos días de los equinoccios, uno en primavera y otro seis meses después en otoño, los dos planos se intersectan. Los Mayas como muchas otras culturas inteligentes de la antigüedad sabían que estas características del equinoccio permitían utilizarlo como un punto de referencia espacial y temporal para medir los movimientos del Sol, de los planetas y de las constelaciones de estrellas.

Durante siglos, en ese mismo día, año tras año, observaron y registraron desde lo alto de sus pirámides los movimientos de los astros, así podían saber que movimientos relativos habían tenido durante el último año, calcular con extrema precisión entre muchas cosas las órbitas de los planetas y sus tránsitos frente al disco solar. Datos que luego utilizaron para diseñar los mas precisos calendarios de todos los tiempos y sus profecías para estos tiempos. Simultáneamente estudiaron la manera como sus energías afectaban las fuerzas elementales como el viento y la lluvia, generando transformaciones en toda la naturaleza, en la mente y en la vida cotidiana del hombre. Gracias a este punto de referencia temporal, lograron develar innumerables ciclos. Ciclos generados por los movimientos concatenados de las principales fuentes de energía en el cosmos. Ellos las veían como divinidades encarnadas en astros; como arquetipos; principios de orden o jerarquías universales, que ejercían su influencia ordenadora sobre las características de personalidad y sobre las vidas de los hombres. Todo esto, mientras reencarnaban en una Tierra que gira sobre su eje, que órbita al Sol y que precede con relación a las constelaciones de estrellas. Ciclos energéticos e influencias de procedencia sagrada que inducen eventos repetitivos en múltiples escalas. Los Intervalos revelan que no sólo el Espacio se ajusta a una Proporción Geométrica Divina. También el Tiempo se ajusta a una Progresión Matemática Sagrada, conformando entre ambos –espacio y tiempo– un Orden Sagrado, que determina cuándo tienen lugar la sucesión de eventos que inciden en la consciencia del hombre.


Los mayas encontraron que la realidad tiene una unidad y una coherencia extraordinarias, que existen correspondencias entre los movimientos de los planetas y los eventos que les suceden a los hombres. Que los astros ejercen influencia sobre nuestros estados de ser y nuestras actitudes. Las relaciones geométricas sagradas y las progresiones matemáticas divinas generan sincronicidades entre todo lo que existe en un Universo dinámico. Conectan y correlacionan lo de arriba con lo de abajo. El Cosmos y la naturaleza, son presencias espirituales que se unen para potenciar la evolución de nuestra consciencia. Todo está interconectado, alerta y despierto, con el mismo propósito inteligente. Los sacerdotes y filósofos mayas consideraban que el propósito del Orden Supremo era garantizar un proceso eterno: la evolución de la consciencia de una infinita sucesión de entidades inocentes, que encarnamos en el Universo para aprender sobre lo que es verdad; para obtener comprensiones –a través de experiencias en carne propia– sobre el amor; la esencia divina que permite la manifestación de la diversidad. De esta manera, a través nuestro –de los miles de millones de millones de seres únicos y originales que existimos y que han existido, en miles de millones de planetas y realidades paralelas– El Todo manifiesta su enorme potencialidad y extrae comprensiones sobre su propia esencia. Verdades que atesora en su memoria –a la cual llamamos los registros Akazikos– mientras observa neutro e imparcial las creaciones que experimentamos y la manera en que libremente nos autotransformamos en seres cada vez más sabios, más humildes, más respetuosos y amorosos.

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